El velo de la novia

Originalmente el velo simbolizó el retiro de la vida exterior, la virginidad, la modestia, la inocencia y la virtud de la novia. A lo largo de los años, este símbolo se ha perdido, pero el velo se lleva todavía.

En algunas culturas de Oriente, el velo se llevaba y aún es costumbre, para ocultar completamente la cara de la novia a un novio que jamás la había visto.

En tiempos de los griegos y, posteriormente, de los romanos, la costumbre de llevar velo obedecía a razones de superstición, puesto que la pieza de tela, en este caso de colores vivos de la familia que va del rojo al amarillo, tenía una misión fundamental: proteger a la novia del mal de ojo, que podía provocarle la envidia de otras mujeres al verla desfilar hacia el lugar de la celebración. De hecho, la misma palabra “velo” viene de la raíz latina que significaba “protección”.
Parece ser que no fue hasta el siglo XIX cuando se adoptó el velo como elemento “obligatorio” en las bodas cristianas, con la función simbólica de indicar la pureza o virginidad de la novia. De ahí que pasase a ser de color blanco exclusivamente.
Hoy en día, el uso o no de velo es una cuestión de gustos o del tipo de moda que una prefiera llevar en su boda, y en numerosas ocasiones las novias optan por los tocados y otros elementos decorativos. Sin embargo, es el velo de novia el que tiene una historia que, como en tantos casos cuando hablamos de tradiciones y rituales, no solo es sorprendente sino que además su evolución en el tiempo ha hecho que hoy en día su significado sea completamente diferente al que tenía en sus orígenes.


                                                             

No hay comentarios:

Publicar un comentario